El manejo del ganado bravo debe realizarse siempre de forma templada y tranquila, sin movimientos bruscos ni grandes ruidos, ya que, debido al temperamento de estos animales, se dificulta mucho su manejo si se encuentran alterados o asustados.
Para llevar a cabo las faenas necesarias en una ganadería brava, se hace imprescindible la utilización del caballo en procedimientos como el desplazamiento de animales, el acoso y derribo, o la simple revisión de la manada. Antaño también era muy común el uso de perros para pastorear, apartar o carear las reses bravas. Llegó a ser tan común el uso de perros, que el alano español, una antigua raza de perro de presa, es denominada también perro del toro. Actualmente, esta tradición está cayendo en desuso.
Otro animal muy útil para el manejo del ganado bravo son los cabestros, grupos de bueyes de razas mansas o de media casta (cruzado con bravo), que están domados y entrenados para realizar desplazamientos en la finca. De esta forma, al desplazarse con seguridad y tranquilidad de un sitio a otro, también transmiten esa tranquilidad al ganado bravo que los sigue, y se agiliza y facilita el movimiento de ganado bravo por la finca e instalaciones de la explotación, como corrales, embarcaderos, etc. Los cabestros suelen trabajarse en grupos de 6 a 8 bueyes, y el conjunto se llama Parada de Cabestros. Este procedimiento también está cayendo en desuso en ciertas zonas.
El manejo del toro bravo son una serie de faenas tan específicas y arraigadas, que han llegado a incluirse en el bagaje de la cultura y el folklore popular. Claros ejemplos son los espectáculos del rejoneo y la doma vaquera, que no son otra cosa que una adaptación lúdica de las tareas camperas que se realizan a caballo con el ganado bravo.
En una ganadería brava, la persona encargada de organizar el manejo del ganado es el mayoral. El es el responsable de que las distintas faenas, tales como embarques, hierros, tientas, traslados de ganado, etc. se realicen correctamente, y debe supervisar el trabajo de vaqueros y demás personal de la explotación ganadera.
La buena alimentación de las vacas, las crías y los sementales es un factor clave en la ganadería brava. Suele estar compuesta por los pastos y otros recursos que ofrece la dehesa, suplementado con piensos concentrados en épocas de penuria o en períodos puntuales como la gestación, cubrición, cría, etc. Estos concentrados suelen estar compuestos a base de cereales (avena, cebada, trigo o maíz) mezclados con leguminosas (habas) y con correctores vitamínicos o proteínicos. Junto a estos concentrados es imprescindible, para una buena digestión de los mismos, un aporte alimenticio de volumen en forma de heno o paja.
Para que toda esta alimentación no se convierta solamente en carne y grasa, sino también en resistencia y fuerza (esenciales para el fin último del toro bravo, que es la lidia), muchos ganaderos han construido circuitos de ejercicio en los que se ejercita al ganado haciéndolos andar o galopar diariamente a lo largo del recorrido. Así fortalecen su musculatura e incrementa su resistencia.