En la actualidad, existen dos tecnologías básicas de activación del carbón para tratamientos de aguas:
Activación térmica: Se somete la madera a una carbonización, realizada a baja temperatura para que no se favorezca la grafitación. El carbón vegetal resultante se somete a temperaturas cercanas a los 1000º C, en una atmósfera inerte o reductora, casi siempre saturada con vapor de agua. En estas condiciones, y a lo largo de un cierto tiempo, algunos átomos de carbón reaccionan y se gasifican en forma de CO2, y otros se recombinan y condensan. El grado de activación y el rendimiento dependen de las condiciones de operación del horno de activación, que son la temperatura, la composición de los gases, el tiempo de residencia del carbón en el equipo y su flujo volumétrico. El rendimiento suele estar entre 0,25 y 0,5 kg de carbón activo por kg de carbón. Por grado de activación se entiende el área superficial generada en el carbón activo.
Activación por deshidratación química: La primera etapa consiste en deshidratar la madera mediante la acción de un químico, como ácido fosfórico, cloruro de zinc o carbonato de potasio. Posteriormente, se carboniza el material deshidratado a baja temperatura (500 a 600º C), obteniéndose automáticamente la estructura porosa. El producto resultante se lava, con objeto de dejarlo tan libre como sea posible del químico utilizado, así como para recuperar y reutilizar este último. La rentabilidad del proceso radica, en gran medida, en la eficiencia de dicha recuperación. El grado de activación puede variarse de acuerdo con la concentración del químico deshidratante utilizado.